lunes, 31 de enero de 2011

Entrevista a Hernán Migoya: “La crítica académica jamás se va a molestar en leer nada mío” (Primera Parte)

Por Gabriel Zárate

Hernán Migoya no requiere presentación alguna. Solo tengo palabras de extrema gratitud con Hernán por concederme está muy extensa entrevista para “El lector de historietas”, entrevista que compartimos con todos sus lectores y fans, repartidos por el amplio e irreverente mundo.

Hernán: Tú primero te formaste como un precoz lector de novela negra, sin embargo en una entrevista confiesas: “Desde los 14 años quise ser guionista de cómics”: ¿Cómo pasas de los duros policiales americanos a los tebeos? ¿Cómo surge tu prematuro interés por dedicarte a la historieta?

Ahí puede haber dos cosas, siempre me fascinaron los comics, las historietas, pero nunca tuve la oportunidad de ser lector hasta la adolescencia, a los 13, 14 años. Básicamente en mi familia no se consumía comics pero si se consumían libros. Entonces mi camino a sido contrario al de la mayoría de gente que comienza leyendo historietas y se acaba aficionando a la literatura. A mí me ocurrió al revés, había leído mucha literatura de todo tipo y terminé leyendo comics.

Coincidió que a los 13, 14 años empecé a coleccionar comics estadounidenses y claramente el punto de inflexión fue Frank Miller. Sí, cuando leí a Frank Miller realmente ahí me di cuenta que él partía de lo que a mí me apetecía expresar, que era un saber: El lenguaje propio. Creo que fue el primer guionista, el primer autor de comics que usaba realmente el lenguaje del comic como algo diferenciado de la literatura y del cine. Había autores muy divertidos pero que en el fondo usaban el comic, como si fuera cine. De repente Miller en su manera de planificar, me mostró cosas que yo podía también hacer.

A mí Frank Miller me impactó de tal manera y seguramente también pesó el hecho de que yo había leído mucha novela negra, cuando descubrí a Miller, en su época de Daredevil, que era lo que leí en los años 84-85. Yo conectaba muy bien con él, por las influencias de la literatura negra. Los dos nos hemos formado leyendo de niños a Raymond Chandler, Dashiell Hammett, y James M. Cain la otra gran bestia de la novela negra estadounidense. Los tres narradores que todo el mundo que lee novela negra, termina familiarizándose con ellos. Supongo que Miller por ese lado también me llegó, por el género negro literario y de cómo alguien como Frank Miller, que nunca ha sido un buen dibujante, podía fusionar el guión y el dibujo. Hasta ese momento, un guionista era guionista y un dibujante era el que plasmaba en dibujo lo que el guionista le dictaba. De repente aparece Miller que funde las dos cosas en una sola.

En Miller es imposible diferenciar el guionista del dibujante y se convierte en un narrador puro. El guión y el dibujo se transforman en narración y eso creo que lo hace: “El más grande autor de comics de todos los tiempos”, para mi gusto, hasta donde yo conozco que tampoco es tanto, pero me parece un tipo muy superior a Alan Moore o gente que es más limitada, porque solo albergan una parcela de todo lo que conlleva ser autor total de comics y para mí Frank Miller fue el primer autor total de comics.

Cuando yo leí, específicamente, la saga de Elektra Asesina, donde muere Elektra en Daredevil, ahí me impresionó tanto que me di cuenta que yo quería conseguir ese efecto. Un efecto más inmediato que el de la literatura, un efecto mucho más impactante. Yo siempre había pensado que sería escritor, pero cuando leí eso a los 14 años dije: ¡No, lo que quiero ser principalmente es guionista de comics!

¿Te consideras básicamente un narrador, más allá de cuál sea el género o soporte empleado: cuento, novela, historieta, cine? ¿O piensas que la obsesión por lo visual predomina siempre por encima del dominio del lenguaje, en tu producción narrativa?

No, creo que sí me considero un narrador, creo que cada medio tiene su lenguaje, cada medio te pide un lenguaje diferente. No soporto los comics que son literarios, no soporto los comics que son cinematográficos, no soporto las películas que son literarias y no soporto las novelas que son películas…no las soporto. Gran parte de mi aversión a la literatura contemporánea, es que sin darse cuenta, la mayoría de escritores caen en contarte una película, como Tom Wolfe. De repente estás leyendo una novela de Tom Wolfe y el tipo cambia de escena como si se tratara de un film, y no lo hace conscientemente y eso es lo que no soporto.

Creo que hay que ser muy consciente como artista de qué medio estas usando. Cuando haces un comic, es un comic. El comic te permite cosas que el cine no te posibilita y al mismo tiempo carece de cosas que te permite el cine emplear como el sonido por ejemplo, ya no solo el movimiento, el sonido es más importante y casi cada medio es distinto. Con la literatura consigues llegar donde probablemente no te permite ni el cine ni el comic. Cada medio tiene sus leyes y sus modos propios, solo tienes que ser consciente de cuáles son esas leyes y llevarlas hasta el límite. Intentar ir un poquito más lejos, dentro de cada medio artístico.

Entonces, sí me considero un narrador y habitualmente no suelo adaptar la historias al medio, sino al revés, concibo las historias de acuerdo al medio más adecuado para ellas. Tampoco uso el medio como fin. Creo que el medio es un medio, como su nomenclatura lo indica. No intento reivindicar el medio a través de mi obra, sino que cuando hago comic es porque me apetece hacer comic y cuando hago cine o literatura es porque me apetece hacer eso. Intento no mitificar el medio, que es una manera de llegar a algún sitio. No hay que reivindicar un medio por encima de otro.

Todos los medios son interesantes en base a que te puedan servir de transmisores. Es un transmisor básicamente, nada más. Entonces es estúpido tener nostalgia del papel ahora con el tema de lo digital. No hay ninguna nostalgia, hay que usar lo que la tecnología te permita emplear.

Hay dos hitos fundamentales en tus inicios profesionales: El haber sido juvenilmente redactor–jefe de la contracultural revista de comics: “El Víbora” y ser traductor al español de las historietas de Peter Bagge. ¿Cómo han influenciado posteriormente estas trascendentales experiencias en el desarrollo de tu obra historietística?

A nivel consiente, no soy consciente. No consigo acotar cuales han sido esas influencias y hasta donde han llegado. Lo he ido entendiendo con los años transcurridos. El haber dirigido “El Víbora” obviamente me ha influido para no tener demasiadas coacciones a nivel temático. “El Víbora” era una revista con una temática muy libre y podía tocar temas espinosos y los autores en “El Víbora” no solían ponerse algún límite moral ni estético. Eso me ha influido muy positivamente a nivel consiente.

No sé si ha sido igualmente una influencia el que yo acabe derivando en Peter (Bagge). También por lógica propia de mi desarrollo intelectual y emocional tenemos características comunes: Los dos somos satíricos, nos gusta mucho el lenguaje satírico para analizar la realidad. Entonces a mí Peter no sé si me ha influido tanto, pero si ha sido uno de mis autores predilectos del comic, desde la primera vez que lo leí. Creo que los dos somos descarnados. Tenemos muchas coincidencias y no sé hasta qué punto, yo he sido discípulo de Peter. ¡Ojala!, porque verdaderamente me parece uno de los mejores autores de historieta estadounidenses que existen. Frank Miller y Peter Bagge son mis autores favoritos de comics.

Lo que sí, algo que nos diferencia de Peter, es que él ha sido muy influido por “Los Simpsons”. Toda su estructura de guión y siempre sus historietas están muy influenciadas por las series de humor estadounidenses de televisión. Es poco cinematográfico y es mucho más televisivo. En cambio yo soy mucho más cinematográfico que televisivo. Ahí sí que nos diferenciamos, pero más que de influencias te hablaría de coincidencias de visión: A nivel personal tendemos a un pensamiento libertario los dos, políticamente somos bastante libertarios, ya que intentamos incentivar en el individuo, en el lector, que piense por sí mismo y que tome sus propias decisiones. No nos gusta el intervencionismo del Estado. Somos muy crudos los dos. Tenemos esa particularidad de reírnos de cosas que la mayoría de autores no se atreverían nunca a aplicar una visión cómica.

Yo te hablaría de coincidencias más o menos casuales, que concluyeron haciendo que yo fuera el traductor de su obra en España. Me imagino que como traductor de su obra, me ha calado tanto, que en algo me ha influido también, pero lo que yo soy más consiente, es de esa especie de coincidencia en el uso de la sátira como gran arma de disección de la realidad, de poder reírse de todo y por lo tanto, ofrecer una visión un poco distanciada del comportamiento humano.

Es mundialmente conocido el amarillento escándalo que suscito “Todas putas” (2003. El Cobre Ediciones). Al respecto declaraste: “Me sentí yo mismo un poco prostituta, en el sentido de que me sentí muy maltratado, todo el mundo me usó para sus fines". El reciente ganador del Premio Nobel Mario Vargas Llosa fue el primero que salió públicamente en contundente defensa de tu libro. ¿Qué sentiste al leer en “Piedra de toque” la estupenda columna de MVLL titulada “Todas putas”?

Hubo varios intelectuales y escritores de mi generación que me defendieron, pero si es verdad que el primero fue Mario Vargas Llosa. Me atacaron escritores así como a sueldo. Me habían defendido bastantes escritores, pero realmente el que marcó un antes y un después fue MVLL con ese artículo. Fue cuando de repente todo el mundo reculo en sus posiciones, todos los que me atacaban recularon en ese especie de ensañamiento con mi libro, porque realmente se dieron cuenta que MVLL les estaba dejando en evidencia de que venían comportándose como una especie de inquisidores.

Bueno me emocionó mucho, básicamente porque fue la primera voz importante en un medio importante, en un medio que además me había atacado con bastante saña. Fue el primero que se expreso de una manera contundente a favor de la libertad de expresión y del derecho de “Todas putas” a venderse libremente. Además me hizo consciente un poco, de entrar en una tradición de la sátira literaria, que siempre ha sido perseguida desde Jonathan Swift, pasando por El Marqués de Sade y por grandes clásicos y otros no tan clásicos. Probablemente yo pertenezca a los segundos. Fue el primero que realmente puso las cosas en su sitio.

Yo le debo a MVLL sobre todo el alivio de ver que no era un criminal, como me decían. Me sentí aliviado por primera vez, después de un mes muy cruento en que me dijeron desde violador a todo, me dijeron muchas cosas. Cuando vieron que no podían decirme “violador” me dijeron “mal escritor”, siempre buscaron la manera de humillarme, pero realmente a MVLL le debo eso. Fue el primero que dio un paso al frente. El primero en el sentido de primera espada de la literatura, de primera figura de la literatura mundial que dio un paso al frente y dijo: “Señores lo que ustedes están haciendo es censura y es cobarde lo que están llevando a cabo”.

En ese sentido se lo debo todo y el siempre ha sido muy generoso conmigo. MVLL me parece un adalid de la libertad de expresión. Conmigo fue muy buena persona, además sin saber quién coño era yo, sin tener necesidad de plantar caras. En ese sentido siempre estaré en deuda con él.

En “Olimpita” tuviste el difícil reto de abordar una novela gráfica con un enfoque social, siguiendo los pasos de la mundialmente aclamada “Persépolis” ¿Cuál ha sido el balance personal de lo logrado junto a Joan Marín con “Olimpita”? ¿Perciben que cumplieron con los objetivos trazados?

Si, al menos proyecté todo lo posible que yo podía proyectar, con respecto al tema del maltrato y de la exclusión social del inmigrante. Un poco lo que hice fue bucear en la experiencia familiar con respecto al maltrato, que era un tema que realmente mi familia ha vivido de cerca y dar un poco una versión no oficial y no pedagógica sobre este problema, de este fenómeno del maltrato a la mujer.

Creo que sí lo conseguimos, porque muchísimos lectores y lectoras lo que más han aplaudido de la novela gráfica es que hemos tratado a la supuesta víctima, que es Olimpita en este caso, al personaje principal con mucha dignidad. Le hemos permitido que sea un personaje que piense por sí mismo. No solo funciona en cuanto a rol de víctima, sino que acabamos develando que no solo es una víctima, como no lo son la mayoría de personas. El mundo no se divide solo entre maltratadores y maltratados, siempre hay una cierta convivencia del maltratado en el fondo.

Ya no te hablo a nivel de maltrato sino a nivel social, de explotados y explotadores, etc. Siempre hay una letra más ambigua en realidad. Lo que queríamos era salir de los estereotipos y creo que lo conseguimos, porque precisamente lo que se valora de ese comic, entre mucha gente, es que Olimpita no solo es una víctima, sino que al final acaba tomando un poco las riendas de su propio destino, que es en el fondo lo mínimo que nos podemos pedir a nosotros mismos: Tomar las riendas de nuestro destino. Si luego decidimos ser victimas también tenemos que asumir esa responsabilidad por serlo.

Entonces, no era un comic de denuncia, no era un comic coyuntural de denuncia de un mal endémico de nuestra sociedad, sino que era un retrato y en ese sentido estoy bastante orgulloso, porque no es la típica historia facilona del malo que golpea a la persona buena del relato, sino que hay un poquito más de intríngulis y Joan además hizo un trabajo impresionante. En ese sentido nuestra dupla se va a repetir en el futuro, porque Joan es un dibujante que lo da todo. Yo me quedé asombrado con el trabajo de “Olimpita” y eso se ha notado un poco en la reacción de los lectores.

“Latinapolis”, es una visión euro céntrica de la periferia tercermundista, narrada por Martínez, Es la percepción de un novelista español afincado en el Perú, que por premeditada casualidad lleva tu segundo apellido. ¿Cuánto de autorreferencial hay en esta provocadora e ingeniosa historieta, sobre tu experiencia en el siempre complejo Perú?

Es autobiográfica, claro. Es una serie que hicimos para una revista mensual. Era una especie de colaboración de historieta de una página, queríamos que fuera con gags errados, referenciando un poco esa tradición del comic de tiras o de página completa con un gag, que se pueda entender tal cual sin la necesidad de seguir la serie. Entonces para mí era muy cómodo echar mano de todas las anécdotas que viví en Perú en los últimos cinco años.

Es un comic absolutamente autobiográfico, lo que pasa es que por un poco de pudor personal no ponía mi nombre y puse mi vulgar segundo apellido Martínez, que es como cualquier español medio. Me pareció divertido usarlo, como una especie de ironía también, que un don nadie español puede ser alguien en el Perú. Simplemente es eso. Me pareció divertido y una manera de oxigenarme también de proyectos más ambiciosos, con más trabajo. Esto era solo una vez al mes, hacer un gag y al mismo tiempo un poco volcar el bagaje que te da esta experiencia de años, en un país tan apasionante y tan diferente al mío, como es el Perú.

Grabación y fotografía: José “Chiqui” Vilca.

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