jueves, 31 de diciembre de 2009

Entrevista a Alberto Breccia: “Por algún lado hay que empezar” (Parte 1)


Rescatado por Gabriel Zárate

Me anime a rescatar del baúl del olvido una extensa y valiosa entrevista realizada a Alberto Breccia por los (entonces) noveles Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno y publicada en la desaparecida Tit-Bits (Ediciones Record) a inicios del 80. La entrevista originalmente se edito en cinco capítulos, división respetada. Creemos que la difusión de este excepcional documento será celebrada por todos los admiradores del viejo Breccia y los innumerables amantes de la historieta argentina repartidos por la infinidad del mundo. Un agradecimiento especial al gran Carlos Trillo que nos dio su autorización para poder transcribirla.

Por Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno

Saccomanno: Esto será informal. De alguna manera queremos hacer un esbozo biográfico, que no creemos que sea lo fundamental pero, seguramente permitirá que aparezcan cosas sobre tu producción, sobre la situación de la historieta, sobre determinadas problemáticas que hacen al género. Bueno, ¿cuándo empezaste a hacer historietas?

Alberto Breccia: Empecé en el 36... Creo. Mas o menos Y empecé como dibujante humorístico. Ustedes ya saben, con un personaje mío que se llamaba Mister Pickles. Hice 300 tiras y me compraron solamente diez.

Carlos Trillo: ¿A quién se las vendiste?

Alberto Breccia: A un señor que nunca las publicó.

Carlos Trillo: Pero ¿era un editor?

Alberto Breccia: Si, Supongo. Entregué las tiras en un negocio que había en la calle Corrientes. No sé si era una tienda. Por ahí sí.

Guillermo Saccomanno: Las editoriales y las tiendas se parecen…

Alberto Breccia: Me pagaron, me acuerdo, diez pesos por diez tiras. Es decir un peso la tira. Calculando que un libro encuadernado costaba un peso con cincuenta, se podría decir que era un precio bajo, ¿no?

Carlos Trillo: ¿Y después?

Alberto Breccia: Después trabaje para Columba. En la revista “Paginas de Columba”, que dirigía Don Ramón. Allí hice un personaje que se llamaba Don Urbano. Se me había ocurrido hacer un tipo parecido a un político de acá, el doctor Gallo, que era un senador que integró la fórmula presidencial del conservadurismo. Era bajito con anteojos, petisito y gordo. En las páginas de Columba se publicaban bastantes caricaturas políticas, y es seguro que por eso me lo aceptaron. Cada episodio se desarrollaba en una página y tenía un remate humorístico. Don Urbano era un tipo de Buenos Aires, un observador y la cosa apuntaba al costumbrismo, a la reflexión sobre lo cotidiano. Y no tenía ninguna relación con la política, excepto el parecido físico con el político que me prestó sus rasgos.

Guillermo Saccomanno: ¿Apareció mucho tiempo Don Urbano?

Alberto Breccia: No, poco.

Guillermo Saccomanno: Te peleaste con el editor y…

Alberto Breccia: No, no. Siempre tuve una buena relación con Don Ramón Columba. Era un gran tipo. Lo que pasaba era que yo andaba de aquí para allá tratando de vivir de este oficio, y después de una tira humorística que hice para Fenómenos, una revista de Tor la editorial de Torrondell, una tira que se llamaba Mu-Fa, me llamo un señor Delacqua (nada que ver con el dibujante) de Editorial Manuel Lainez, y me encargó una historieta seria para el día siguiente. Y yo le dije que bueno, pese a que jamás había dibujado en serio. Pero bueno, había mirado bastante a don Pedro de Rojas y a otros grandes ilustradores de Crítica y también había visto el famoso suplemento del diario de Botana, donde empezó a publicar el Flash Gordon de Raymond. Entonces, me fuí a casa con encargo, me metí en el galpón del fondo donde había diarios viejos, y me puse a buscar historietas para copiar. Y descubrí el Charlie Chan de Andriola que salía en La Prensa y lo copie. Le cambié el nombre al detective, que se llamo Ralph Norton, le hice los ojos más redondos y al otro día me fui a Lainez con la primera página dibujada. La aceptaron y me encargaron otros trabajos, lo que me permitió empezar a dedicarme full-time a estas cosas.

Guillermo Saccomanno: Cuando vos empezas a dibujar ¿querías ilustrar historietas o ser un pintor de caballete al estilo clásico? Es decir, ¿la historieta era un medio o un fin en tu vida?

Alberto Breccia: No, no. Todo era mucho más simple. Yo era muy pobre y trabajaba como tripero. Y no quería ser tripero. Hice historietas como podía haber hecho cualquier cosa: vendedor de tienda, por ejemplo.

Guillermo Saccomanno: Sin embargo, vos sos un tipo muy culto para haber sido tripero. Si uno va a hacer caso al esteriotipo, vos eras algo muy distinto de alguien que tenía como destino ser tripero. Tenías acceso a la cultura, a los libros. Tenías inquietudes.

Alberto Breccia: No, no.

Carlos Trillo: Tu biblioteca habla de alguien que ha leído mucho. Y durante toda la vida.

Alberto Breccia: He leído mucho es cierto. Siempre. Pero por ese entonces. Yo no era culto Era un pibe de barrio. Me acuerdo que cambie, por ejemplo, cinco libritos de Sexton Blake por las obras de Poe, en una edición prologada por Baudelaire.

Guillermo Saccomanno: ¿Ves? ¿Ves? Nos estás dando la razón ¿Por qué te parecía bien cambiara cinco libritos de Sexton Blake por uno de Poe?

Alberto Breccia: Supongo que por instinto.

Carlos Trillo: Entonces, vos llegaste a la historieta también por instinto.

Alberto Breccia: Por instinto de conservación en todo caso. Porque yo no leía historietas. A mí nunca me gusto la historieta. Inclusive, sigue no gustándome. Y sigo sin leerla.

Saccomanno y Trillo: Si, sí, eso ya lo sabemos…

Saccomano: ¿Cómo funcionaba en esos fines de la década del 30 el mecanismo de pedido y entrega? ¿Vos tratabas directamente con el editor, o había un empleado, un editor de arte o algo así que te fijaba las pautas?

Breccia: No, esas cosas no existían todavía. Había un dueño o encargado de recibir los trabajos. Uno podía proponer un trabajo o un editor encargárselo. En general se trabajaba sobre adaptaciones de cuentos y novelas clásicas. Por que los argumentistas no existían aún. Ese rol nace exactamente en Patoruzito, con Quinterno Y con Aventuras, casi al mismo tiempo. Quinterno es el primero en tomar gente del staff de Patoruzú cuando decide fundar Patoruzito: Issel Ferrazzano, Mariano de la Torre , que firmaba Dante de Palo. A ellos les encarga los argumentos. Y se los da a los dibujantes, Así nació el argumentista profesional.

Trillo: ¿Cómo ves vos la introducción de este nuevo rol, el de argumentista? Porque algunos dicen que le quita vuelo e imaginación a la historieta en la medida en que antes los dibujantes creaban lo que querían a partir de las necesidades propias de su dibujo. Dicen esos críticos que los argumentistas, al introducir lógica y verosimilitud le restan encanto a las historietas.

Breccia: Lo que pasa es que entonces los argumentistas no eran buenos. Porque era gente que estaba escribiendo humorismo y de pronto el editor los pone a escribir aventuras.

Saccomanno: Sin embargo en la revista Aventuras precisamente, había una serie de argumentistas que venían de la literatura: Vicente Barbieri, Nalé Roxlo, Dardo Cuneo. Era gente que al mismo tiempo que desarrollaba otras actividades relacionadas con la narrativa, hacia guiones de historietas.

Breccia: Lo hacían nada más que para ganarse la vida. Wadel era el único que creía en lo que hacía. Por eso, para mí, fue el primer argumentista de verdad, con una conducta profesional.

Trillo: Retrocedamos. Volvamos un poco a Lainez ¿Que paso después de Ralph Norton?

Breccia: Dibujé una historieta que se llamaba Rosengram. El argumento lo hacía un cuñado mió que nunca haba leído una historieta y que además era armero del ejército Era la historia de un tipo que se metía en una cueva y había animales prehistóricos. Algo así como el túnel del tiempo. Hasta que un día, cuando fui a entregar, el gerente me dijo que fuera hasta una librería de San Telmo y me comprara un libro “Rocambole”. Quería que lo adaptara. Incluso medio plata, porque el libro valía 40 pesos. Lo compré y empecé e a leerlo Pero como la cosa era urgente iba dibujando a medida que leía y como en un momento había demasiados personajes, resolví matar algunos. Claro que como eran personajes importantes en los capítulos siguientes se armo una galleta tal que la gente no entendía nada y hubo que levantar la serie. Esto salia en Tit-Bits, revista de la que después me dieron la tapa. Me acuerdo que la tapa se hacía con guía de color y yo usaba un papel manteca tan berreta que cuando coloreaba arriba se encogía todo, se enrollaba. Entonces yo ponía un jarroncito en cada punta del papel, pero igual se enrollaba. Por suerte no eran muy exigentes.

Trillo: Y después seguiste a Rosarivo.

Breccia: Si. Cuando él decidió abandonar El Vengador, yo fui el encargado de seguirla. Otra de Rosarivo que continué fue Cruz Diablo, que era una de gauchos. El Vengador empezó antes que Batman en los EEUU. Claro que yo no copiaba a Kane, copiaba a Hogarth. Le daba con el hacha. El vengador volaba. No se sabe bien por qué pero volaba. A veces yo hacía primero el dibujo y después pensaba que argumento le iba a poner en los globitos.

Trillo: Era muy lindos, sin embargo, los globitos.

Saccomanno: Además tenían buenas influencias: Ponson Du Terrail, por ejemplo…

Breccia: Puede ser, pero era a nivel inconsciente. Por ahí se parecía un poco a lo que hacía Sax Rohmer, el autor de Fu-Manchú, que siempre me gustó leer.. Los Malos del Vengador eran chinos, eran malos universales, malos en estado puro. Eran –si- los malos de Rohmer.

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